10.8.09

King Kong Palace

Un espacio, un vestuario, una estetica...

¿Dónde se da el encuentro entre KKPH y sus espectadores?
La respuesta es sencilla y no lo es.
La obra es un lugar en el que existen nuestros recuerdos, nuestros
héroes, nuestros fracasos, nuestra propia decadencia.
¿Qué lugares nos remiten a ello?
Caserones antiguos.
Hospitales.
Puntos de adios.
Por eso escpjemos entre espacios de esta naturaleza.
Por eso sacamos nuestra obra del teatro, para que el lugar también
hable, para que el espectador no se encuentre con la idea de ver un
espectáculo, sino frente a un todo -incluido el espacio y su propia
arquitectura-, que le causa sensaciones relativas a los conceptos que
manejamos...

El vestuario tiene la mismo función.
No se trata de crear personajes ni de disfrazar actores para que
representen algo que no son.
Son sus propias ropas, las ropas con las que estarían frente a un
espectador. Con ellas hablan, cantan, comparten un tiempo con quien
tiene la gentileza de acudir a verlos y escucharlos. Son personas que
reciben y encuentran a personas. Nada más.
Personas con un oficio: el de compartir su ser, su presencia y su
vida. Personas con aciertos quizás, debilidades con certeza.
Personas que no pasan por su mejor momento, pero que igualmente están
dispuestas a compartirse una vez más.
Esos son los actores/personas que se ven en KKP, nada más.

El todo genera una estética, sin duda. La estética de esta especie de
decadencia. Quizás es mejor decir la estética de la propia humanidad:
sin la ilusión de los falsos profetas, con escepticismo y realismo
frente a lo que uno es o no, y desechando las máscaras que a través de
pretenciones, proyectarían tan sólo nuestra fragilidad.

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